Nos hemos acostumbrado tanto a estas frases entre los cristianos que ya podíamos tacharlas “de cajón”. La verdad es que no fue de labios de Moisés ni de Aarón que salieron, sino de la misma boca de Dios: “El Señor le ordenó a Moisés: Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras” (vv. 22-23). No somos israelitas, somos gentiles; si se quiere, no nos pueden llamar su pueblo (aunque sí lo somos), pero definitivamente somos su iglesia y por lo tanto nos corresponden también: “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). La paz de Dios está al alcance de quien quiera acogerse a los brazos de Jesús. No es la paz de la que habla el mundo, es la paz que sobrepasa todo entendimiento; es la paz, el sosiego, la tranquilidad que da el saber que absolutamente todo está bajo su control. Es la paz que nos da el amor infinito de Cristo que llena, desborda, atiborra y satura nuestro ser. Es la paz que nos conduce a saciarnos íntegramente y “…que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento para que sean llenos de la plenitud de Dios” (Efesios 3:19). La paz que el Señor Jesús nos dejó fue precisamente porque sabía que estábamos en el mundo en medio de aflicciones, engaños, envidias, y que iríamos a ser blanco de toda maldad. Pero no es la paz nuestra, Él dijo: “mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la del mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27). Los tiempos malos llegarán; indiscutiblemente no los podemos evadir; sin embargo, “La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
La Bendición de Dios Sobre tú vida
Escrito el 23/06/2021
Pedro Díaz Burgos
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