Damos la bienvenida a Septiembre

Escrito el 01/09/2021
Pedro Díaz Burgos


A la luz de esta afirmación bíblica podemos decir que si es posible la felicidad nacional. Es más, esta debe ser la meta de las autoridades de gobierno de cualquier país al diseñar sus planes y programas de acción, haciendo a un lado aquella actitud que ha quitado al ser humano como meta de las decisiones políticas y económicas. Pero para que se cumpla este clamor expresado por el salmista, se requiere y es imperativo dar pasos muy concretos que son iluminados por las Sagradas Escrituras. Primero, la afirmación “Bienaventurada (feliz) la nación cuyo Dios es el Señor”, es una exigencia a toda una reorientación de la vida, un cambio de valores y una transformación profunda en la vida der las personas y de la nación. En el lenguaje bíblico esto se denomina conversión. Tiene que ser restaurada, primero, la relación entre la nación y Dios. Supone que lo espiritual cobra primacía sobre lo material. Conlleva un vivir de cara a Dios y un salir de nuestros egoísmos para marchar por caminos nuevos. Significa que el señorío de Dios, en Jesucristo, se convierte en la norma del accionar y del convivir social. Feliz será el barrio, la comunidad, la nación que inicia un camino de retorno a Dios, que reconoce que, en Cristo Jesús, se estableció la única nota de reencuentro, de reconciliación entre Dios y el mundo. Esta es la base para una felicidad nacional